higiene y suelo radiente
La velocidad de circulación del aire no supera los 0,05 m/s con lo que no hay movimientos de polvo ni ennegrecimiento de las paredes y cortinas. Además, por este motivo se evita la sensación desagradable de corrientes fluctuantes de aire, disminuye la cantidad de polvo en suspensión y microorganismos en el ambiente y las posibles fuentes de alergia. Los radiadores que se colocan en las paredes sólo radian entre un 10% y un 30% de su potencia calorífica, el resto de la emisión la realizan por convección. En una superficie radiante la radiación representa más del 60% de su potencia calorífica.
Desde el punto de vista de la salud disminuye la posibilidad de contraer afecciones respiratorias, al no existir
prácticamente corrientes de aire y no influir de manera importante en la humedad relativa, ya que se trabaja con una temperatura seca del aire de al menos dos grados inferior a otras calefacciones.
El suelo radiante cumple mejor que ningún otro con las condiciones interiores de bienestar térmico establecidos en el RITE, en lo que se refiere a gradiente térmico según la altura y a velocidad de circulación del aire.
Las condiciones térmicas que se llegan a crear en locales calefactados con el sistema tradicional por radiadores o convectores (aire caliente en el techo, convección elevada, movimiento de polvo, aire seco) son elementos contrarios a aquello que nuestro organismo requiere.
Las instalaciones de suelo radiante, en cambio, a través de la transmisión de calor por irradiación del pavimento,
según la exigencia natural del cuerpo humano, aseguran una equilibrada variación de la temperatura en relación a la altura del local y una buena calidad del aire, no sujeta a procesos de combustión que crean el polvo típico de las instalaciones con radiadores y ventiloconvectores (aire rancio, sequedad de boca, irritación del cuello, etc.).